martes, 6 de marzo de 2012

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es mas bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario a la televisión: te hace conversar si estas con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. 
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de ricos y pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos del geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten padres e hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano o en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos. 
Cuando tenes un hijo le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, tereré, con un chorrito de limón
Cuando conoces a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza, "¿Dulce o amargo?". El otro responde: como tomes vos.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. 
Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser chico y empezar a ser un hombre, ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos No es casualidad, no es porque sí. El día que un chico pone la pava en el fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O esta muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez unos mates solos, Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por dentro hay revoluciones. 
El sencillo mate es nada mas ni nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad de decir: "¡Basta, cambia la yerba!"
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿Está caliente no?"
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de las invitaciones.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.


~Hernan Casciari.

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